Let The Legend Begin

Si has llegado hasta aquí, ahora podrás leer cuanta basura me haya dado por escribir y postear <3
No me hago responsable de las cicatrices mentales (o físicas, ni me va ni me viene si decides clavarte el lápiz en los ojos en el intento de sacar de tus retinas párrafos enteros. Que por cierto, como muchos han tenido oportunidad de comprobar hasta ahora, no se puede C: )
Así que como ya no tengo nada más que avisar, si tienes suficiente temeridad en el cuerpo, avanti.

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Post compartido, con la quinta y última parte del Baile de recién graduados en Balamb.

Código de colores en este aporte: (el mismo de siempre XD)
Kora: entre separadores violetas***
Neko: entre separadores naranjas***
Raiko: entre separadores verdes***
Shura: entre separadores azules***



Dante por su parte se despidio de su anterior pareja, una tal Kyrie de Aetheria y se lanzó a completar aquella lista personal de la que fardar, y la siguiente, tendría que ser alguien de Invernalia. Localizó a la ideal en el acto: piel clara, mirada despejada, y cabello rubio platino ondulado.

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Post compartido, con la cuarta parte del Baile de recién graduados en Balamb.

Código de colores en este aporte: (el mismo de siempre XD)
Kora: entre separadores violetas***
Neko: entre separadores naranjas***
Shura: entre separadores azules***



El término ir de flor en flor no se podía aplicar a Yohji, al menos no de forma exacta. Más bien las flores se iban abriendo a su paso ¿y quién era él para rechazarlas cuando se entregaban con tanta gratitud en sus miradas? Pero, como persona escrupulosa que era, siempre se aseguraba que todas y cada una de ellas estuviera en edad de merecer. Yohji Kudou era un hombre respetuoso con las leyes, por lo menos con algunas de ellas.
El adulterio no era una cosa que le asustara.

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Post compartido, con la segunda parte del Baile de recién graduados en Balamb.

Código de colores en este aporte: (el mismo de siempre XD)
Kora: entre separadores violetas***
Neko: entre separadores naranjas***
Raiko: entre separadores verdes***
Shura: entre separadores azules***



Los nervios se habian comenzado a caldear cuando llamaron a Kora retirándola al otro comedor donde se habían reunido los comandantes y Seed de los distintos jardines. Ella tenía que iniciar el baile, luego les tocaba a ellos.

Mientras retiraban las mesas, los murmullos cada vez más animados de los presentes llenaron la sala.

-¿Ya podemos irnos? Tengo ganas de bailar. -Shura no había cenado mucho para poder tener el estomago en condiciones a la hora de bailar.

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Post compartido, con la segunda parte del Baile de recién graduados en Balamb.

Código de colores en este aporte: (el mismo de siempre XD)
Kora: entre separadores violetas***
Raiko: entre separadores verdes***
Shura: entre separadores azules***



Raiko estaba nerviosa, no lo habría negado, con el paso de los años se había ido encerrando en sí misma y aunque tenía amigos, no era especialmente entusiasta de las grandes reuniones sociales. Principalmente cuando éstas iban a estar repletas de aetherienses.
Suponía -con un humor algo cínico- que como en casi todas partes, alguno bueno tendría que haber.
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Post compartido, con la primera parte del Baile de recién graduados en Balamb.

Código de colores en este aporte: (el mismo de siempre XD)
Kora: entre separadores violetas***
Raiko: entre separadores verdes***
Shura: entre separadores azules***



Paseaban sin prisas ni agobios por el centro de la ciudad, parándose de vez en cuando frente a algún escaparate que llamase su atención, consultando el mapa que el chico rubio llevaba en la mano cuando querían confirmar su ubicación en las calles.
Raiko había insistido en que tenía que actualizar su no muy extenso fondo de armario con prendas adecuadas a su nueva situación; y viendo que el vestido que iba a llevar para el baile de esa noche había sido un regalo de despedida de su instructora hasta aquel momento, podía permitirse el hecho de ir de compras y mantener un cierto desahogo económico hasta que les llegase un encargo para realizar una misión. O eso esperaba.

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Después de los dos o tres bailes de rigor, de girar y girar y dar vueltas al ritmo de la música hasta casi marearse, finalmente Raiko consintió en dejar escapar a su compañero de las garras del protocolo, para ir a refugiarse junto a la seductora compañía de la mesa de bebidas y canapés.

Más de una joven intentó captar la atención de Gaudy sin éxito, pero en contra de lo que pudiera parecer no era por la muchacha a la que escoltaba tomada del brazo, sino por su estómago, que se hacía notar con una presencia mucho más exigente.

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Paseaban sin prisas ni agobios por el centro de la ciudad, parándose de vez en cuando frente a algún escaparate que llamase su atención, consultando el mapa que el chico rubio llevaba en la mano cuando querían confirmar su ubicación en las calles.

Raiko había insistido en que tenía que actualizar su no muy extenso fondo de armario con prendas adecuadas a su nueva situación; y viendo que el vestido que iba a llevar para el baile de esa noche había sido un regalo de despedida de su instructora hasta aquel momento, podía permitirse el hecho de ir de compras y mantener un cierto desahogo económico hasta que les llegase un encargo para realizar una misión. O eso esperaba.

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Las olas zarandeaban la nave como si apenas fuera una cáscara de nuez en mitad de la turbulenta corriente de un río embravecido. El agua salada azotaba la cubierta con furia, buscando seres que poder arrastrar consigo al fondo del océano.

El hombre al timón tan sólo hizo rechinar sus dientes y apretó el agarre sobre la dirección del barco. Un resplandor de tantos en el cielo nocturno iluminó el vasto paisaje, haciendo visible la gruesa soga que unía su cintura con el cuerpo del aparejo, y más allá de éste con el palo de mesana.
No pensaba permitir que los dioses del mar reclamasen su vida.
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El calorcillo que no hacía demasiado rato había sido la cosa más agradable del mundo empezaba a resultarle de lo más agobiante; además había un persistente rayo de sol que parecía decidido con toda su obstinación a colarse entre sus párpados.

Raiko gimió con suavidad e intentó darse la vuelta rodando sobre sí misma, pero se encontró con algo que le bloqueaba el camino. Algo largo, que serpenteaba libremente entre las sábanas y se le estaba enredando al cuello; algo suave, de tacto sedoso, que le hacía cosquillas en la nariz hasta el punto de impedirle respirar y que desprendía un ligero aroma a champú de bebé…
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